jueves, 15 de marzo de 2012

EN EL STUD DE FRANCISCO MASCHIO – SAN ISIDRO – GRAN BUENOS AIRES

El 5 de noviembre de 1933, dos días antes de su última partida del Puerto de Buenos Aires, Carlos Gardel fue despedido por sus amistades, en un homenaje realizado en el Stud “Yeruá”, propiedad del cuidador de caballos de carrera y amigo personal, Francisco Maschio.

En la revista “Antena” del 11 de noviembre del mismo año, se publicó una nota al respecto, titulada, “Los amigos de Gardel le ofrecieron una comida de despedida”, reproducida en el libro “Carlos Gardel y la prensa mundial”, de Hamlet Peluso y Eduardo Visconti.


Según la citada revista, el homenaje al mejor cantor de tangos, se llevó a cabo en el chalet de Francisco Maschio, sito en La Loma de San Isidro.

A su vez Miguel Angel Morena, en su libro “Historia artística de Carlos Gardel”, menciona como lugar de realización del evento, el stud de Francisco Maschio, ubicado en las cercanías de Las Lomas de San Isidro.


En 2008, al cumplirse 75 años de aquella reunión, se colocó una placa recordatoria, ofrecida por el “Centro Cultural del Tango”, Zona Norte, y cuyos pormenores podemos leer en el sitio http://nortangoxxi.blogspot.com.


Desde 1992, “un tano más argentino que el dulce de leche” como Mario Calónico, presidente de la Sociedad Italiana local, organiza anualmente un homenaje artístico musical en la sala de la entidad al evocarse un nuevo aniversario de su paso a la inmortalidad. Esta iniciativa se vio robustecida con el acompañamiento de la Asociación “Hijos y Amigos de San Isidro” y, especialmente, del Centro Cultural del Tango Zona Norte, desde su creación en 1997.

Precisamente estas dos últimas entidades tomaron la posta de perpetuar su paso en la memoria colectiva. A la placa evocativa colocada por la primera, el 24 de junio de 1989, se suma la del Centro Cultural, quince años más tarde. A su vez, esta institución ha colocado otra cerámica donde actuara por última vez Gardel, en la construcción de la calle Von Wernicke que aún se conserva, propiedad de la firma JP Urruti & Asociados.

En virtud de este cariño manifiesto, cómo no conmoverse por lo generado por un artista con mayúsculas a más de tres cuartos de siglo de su partida. Cómo sustraerse a pensar que alguna de las personas mayores que suelo toparme por la calle se hayan encontrado con el “Zorzal” siendo niños o que los viejos y desgastados adoquines que hoy piso sean los mismos que transitó el máximo ídolo del canto popular hace casi ochenta años.



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